Resumen:
Prefiero pensar en el cine y la literatura como dos amantes que se enriquecen, más por sus diferencias
que por sus semejanzas. Al carácter aislado y apacible de la escritura (por tortuosa que sea), cuyo
texto literario termina ofreciéndose al lector como un juego dialéctico, se opone la complejidad y el gregarismo
del rodaje fílmico y de la edición, además de las condiciones impositivas de la imagen. El lector y el espectador disfrutan o se conmueven en sus asientos reales, porque escapan de la precariedad que amenaza sus vidas e ingresan a una zona crepuscular donde algo extiende o ahonda su experiencia. Las vías han sido distintas, aunque hayan gravitado en una dimensión desconocida con la misma intensidad.